y no me doy cuenta
en un caracol de caminos.
No llevan a rumbo ninguno
sólo me conducen
como un laberinto
a mi propio destino cerrado.
En febril andanza
de Quijote ciego
llego al mismo punto
cambiante y constante
constante y cambiante
que parece el fondo
de mil caracoles.
Busca mi mirada
una salida.
Camina de nuevo,
profunda y cansada
de antiguos aromas,
sin nunca notarlo:
la ruta de escape
no está en los senderos
de espiral de nácar.
Está dentro suyo
en esa vereda
poco recorrida
de paz y de viento sereno
que habita en su pecho,
que lleva a la parte
más lúcida y sabia
de su mente clara.
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